Tonino y la Salernitana

-¿Quiere ver qué hice? – me dice Tonino, ex jugador de la Salernitana de los años sesenta.

-Muestre a ver – le respondo.

-Tuve que hacer esta flecha con piedras para que la gente no se perdiera – y mirando los techos de la ciudad, recuerda – A mí me gustaba tener el balón en los pies. Yo casi no corría, pero siempre ponía a definir a mis compañeros.

-¿Así como el ‘Pibe’ Valderrama?

-¡Bravo! Siempre la cabeza arriba, tac, tac.

Foto por: Daniel Muriel

Estoy buscando un castillo que en las noches parece flotar sobre Salerno. Son las nueve de la mañana. El viento sopla otoño pero el sol aún conserva vestigios del verano.

Entre más escaleras trepo, más pierde azul el mar pero más gana en inmensidad. Cuando parezco llegar a la cima, me topo con unas escalinatas amplias, hechas de piedras grandes y ramas caídas de los árboles frondosos que llenan de sombra la escalada final.

-¡Los años sesenta! En la temporada 65-66 subimos a segunda – Tonino tiene el cabello rucio, un buzo gris curtido en los sobacos y una sudadera azul remangada hasta las pantorrillas.

-Al estadio iban 20 mil personas – asegura – Y a los entrenamientos 10 mil.

-¿Y qué piensa de la actualidad del equipo?

-Es una vergüenza. Ahora el presidente es un mercenario, Claudio Lotito. Es el presidente de la Lazio y de la Salernitana. Y no deja que el equipo ascienda a primera porque no podría tener dos clubes en la misma división.

Hace dos años que los aficionados de la Salernitana están en una huelga contra Lotito. No van al estadio, cuelgan pancartas por la ciudad pidiendo su dimisión. Mientras, Claudio, traspasa jugadores de la Salernitana a la Lazio sin ningún inconveniente.

El olor a hierba mojada se inhala en cada paso al andar. Frío en los huesos pero calor en la piel. Será el triste otoño.

-A mí me gustaría entrevistarlo.

-¡No, no no! – Mueve su mano de un lado a otro donde empuña tres romeros – yo hablaba con el balón en los pies, ya estoy viejo. Nunca me gustó conceder entrevistas, ¡y ojo! – Me advierte con los ojos bien abiertos – yo tengo muy buena relación con mis amigos que son periodistas.

El panorama del calcio italiano es el reflejo de la desigualdad social que vive el país. El Norte, con su industria y buenos modales, triunfó casi siempre (el casi se pone por Diego Maradona) sobre el Sur pobre y subdesarrollado. En los años 60s levantaban la Champions el Inter (64-65) y el Milan (63-69) y la Juve ya contaba con 11 de los 34 títulos que ostenta ahora de Serie A. La Salernitana solo ha jugado en dos ocasiones en la primera división. 

-¡Ah! Qué bueno que usted también esté haciendo la tesis sobre fútbol. Mi hijo la hizo sobre el caso Bosman, ¿lo conoce?

Jean Marc Bosman, fue un defensa central belga, que demandó a su club, el Royal Football Club de Lieja,  y a la UEFA. El equipo le ofreció un contrato a Bosman que rechazó porque consideraba que le pagarían muy poco. El Lieja lo mete en la lista de transferibles y llega a un acuerdo con la Unión Deportiva de la Costa de Dunkerque. El club francés se niega a pagar la cláusula de indemnización y lo aparta del plantel.

Para esos días la UEFA actuaba como una república independiente que obviaba las normas jurídicas de la creciente Unión Europea de los años 90s. Esta última le dio la razón a Bosman y obligó a la UEFA  a cambiar dos de sus normas más importantes: la reglamentación de transferencias, donde “los clubes ya no tendrían derecho a cobrar una cantidad en concepto de derechos de formación por un jugador que acaba contrato”, y las cláusulas de nacionalidad, “a partir de ese momento, todo deportista de un país miembro tendría libertad para ejercer su profesión en cualquier país de la Unión sin ningún tipo de restricción”.

Fútbol neoliberal.

-¿No me cree entonces que fui futbolista? –Se sienta a mi lado y me pregunta con voz humilde – ¿Usted sabe usar estos aparatos? – Saca del canguro un celular Samsung viejo.

-Métase a la galería y busque que ahí hay fotos de cuando yo jugaba – Tonino huele a sudor y sus manos las tiene en sus rodillas como un niño que espera la aprobación de sus padres.

Al buscar solo veo las fotos de sus dos únicos nietos.

-Hágale, hágale, no se preocupe, busque.

En esa cantidad de fotos familiares no veo ninguna del Tonino futbolista.

-Mi hijo me dijo que las había metido en el celular – Y con un suspiro triste se levanta de la escala.

-Véala, esta – Y se incorpora de nuevo a mi lado y con los ojos brillantes dice – Sí ve, sí ve. Vea que es verdad, yo soy este, el penúltimo de la línea de abajo, de derecha a izquierda.

En ese entonces la Salernitana vestía de rosa.

-Ahí jugábamos, en el Vestuti, ese estadio que se ve allá – señala con los romeros.

-El problema de ustedes los jóvenes – me asevera sin yo preguntarle – es que se dejan tumbar con la primera cosa que les sale mal.

Miro mis tropiezos pasados y acento con una sonrisa a Tonino.

-Lo que no se puede perder son las ganas de vivir. Mi mamá cuando tenía 90 años tenía miedo de morirse porque creía que todavía le quedaban muchas cosas por hacer.

Tonino mira a los árboles con nostalgia. Y suspirando esboza – como si ella toda la vida hubiera estado atada a algo.

Foto por: Jacobo Jurado

El Castillo Arechi fue construido en el siglo VII en el mandato de Arechi II para defender a la ciudad de las invasiones que llegaran por el golfo salernitano. Hoy por hoy parece un sendero de la melancolía. Veo que, como yo, o como Tonino, muchas personas suben a olvidarse de las penumbras con el paisaje.

-Vea, yo a usted no le voy a dar ninguna entrevista – me dice alejándose – pero yo subo por aquí casi todos los días. Cuando tenga ganas de hablar de fútbol ya sabe dónde encontrarme.

Ahora, en medio de castillos, mareas, y árboles frescos, estoy seguro que el no pensar el fútbol como creador de tejido social, es un despropósito.

Daniel Muriel


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