Romualdo en Otoño

Foto tomada por Silvia Vélez

Me siento y pienso en la gente y su innecesaria sonrisa cuando ven fotos de un lugar en noviembre lleno de hojas rojizas adornando las calles. Se fascinan adorando en vano el frío gris a través de imágenes. Los observo llenos de amores y pleitesías y yo pienso pausada y tranquilamente que el otoño es una mierda.

Me pregunto qué sería de Colombia si tuviera estaciones. Cómo serían los vallenatos y los bambucos, si son una voz de lamento en medio del trópico vivo y floreado todo el año. Cómo serían los gritos de Romualdo Brito si hubiera vivido con hielo en su piel morena.

Cómo perdería la calma aquel errante que vaga tras la huella de lo imposible en un pueblo desolado donde anochece a las cuatro y media de la tarde en una estación de tiempo que coincide con una despedida. Estaría su alma congelada y entonces cómo sería el tatuaje que deja una mujer.

No sé si él y su corazón de mares cálidos lo soportarían.

A mí me está venciendo y me rehúso a sonreírle al cielo porque la luna se ha ido y la chispa no sale más. Cinco noches sin dormir y cinco días sin un sol pintando la cara a un tren de desgraciados. Así es el otoño, sazonado con despedidas y un gris espeso que tienen como banda sonora Mi Presidio. Menos mal ese hijueputa nació en tierra caliente, porque de lo contrario nos haría llorar más.

Jacobo Jurado

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