Es un relato de amor de mi familia que sucedió hace muchos años en Manizales. Resulta que noto a mi tío Cristóbal un poco pensativo, meditabundo y nervioso. Se paseaba de lado a lado, con algo entre pecho y espalda que lo atragantaba, yo me acerco y le pregunto: 

-¿Tío qué le pasa? 

-Héctor, voy a cometer una locura.

-¿Qué pasó, tío? ¿Qué pasó? Cuénteme qué va a hacer 

-Me voy a robar a mi novia. 

-Pero cómo se la va a robar, tío.

-No sé, tengo que robármela. Estoy muy enamorado y los padres no están de acuerdo conmigo. Pero necesito un favor, ayúdenme a recibirle la ropa y a acompañarla al sitio donde la voy a esperar.

Entonces hablamos con mi primo Ernesto para ayudarle a mi tío a robarse a su novia. El punto de encuentro era una parte que llamaban ‘El Callejón’, allí vivía dicha mujer. Llegamos a la hora acordada y nos pasaron una tula de ropa desde una ventana, después de recibirla sale una señora de avanzada edad. Me pasó un frío por el cuerpo y le dije a Ernesto:

-Esto está muy raro, nos pillaron. ¿Por qué la mamá de la muchacha nos está pasando la ropa? ¿Será que es cómplice? 

-No, no, no, Héctor. Tranquilo –entre risa y risa- esa es la novia. 

Y yo quedé pensativo, muy pensativo. Esperamos a que bajara y emprendimos la huida. Ella corría nerviosa, como una niña con sus mejillas coloradas, hasta el sitio donde nos esperaba mi tío. Nosotros corríamos detrás y yo seguía pensativo, ¿Por qué hacer todo esto para robarse una señora de tanta edad?

Seguimos corriendo y llegamos al sitio. Ellos se abrazaron y se besaron como nunca y empezaron su vida. Se casaron como 20 años después. Siendo yo muy joven, pensé: el amor no tiene edad. Esta señora tan madura y mi tío tan joven, pero se les ve la felicidad. Quedé atónito.

Historia narrada por Héctor Valencia

Jacobo Jurado