El aire de la noche se espesó y el cielo se llenó de estrellas que suenan como violines vehementes que arrullan a los ojos y despedazan las sonrisas que solo conocían mi almohada. Mis manos llenas de deberes y sus dedos lentos solo piensan en tocar tu cabello y desparramarse por las cuerdas tensas de una vieja guitarra para darme vida con canciones que cantas.
La banca del parque fue cómplice del vaivén de palabras que nos acercaron. Y ya ves, hoy la palabra es también lo que nos aleja y tus pasos de despedida en mi cabeza son penosas alarmas de despertador que alargan la madrugada. De nuevo abro los ojos y el viento arrebatado que entra por la ventana no me quita el sudor. Abrazo la prenda que olvidaste y vuelvo a un sueño de mil colores cuando la huelo. La noche está confusa, ella se acostumbró a mis ojos contemplando tus pulidas manos que pensabas comunes.
Se va el tiempo con patético afán y yo no comprendo los desordenados círculos que él hace en mi cabeza. Me trae y me lleva y me pone en un lamentable lugar que en la línea de tiempo está antes del principio. Él avanza y yo retrocedo. Hoy la luna está vacía. Te quiero recordar a ti y a mi deseo por ti, pero mi última imagen es tu espalda alejándose. Caminas de ida, dejándome manchado del color de tus ojos.
Jacobo Jurado
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