La historia de un sueño

Desafortunados aquellos que viven en equilibrio. Son esclavos de las aguas mansas, de las llanuras que fatigan la mirada, de los trancones inamovibles de las ciudades adormecidas.

Estas personas poseen en gran ausencia el vértigo, las aflicciones del guayabo, los tropezones del desamor, la escalada del cambio social. Pero esto que escribo no lo hago para hablar de malabaristas que se balancean en un hilo de fragilidad. No. Esta es la historia de un sueño, que, como todo sueño, es una vorágine de sucesos que al final denotan una verdad oculta.

El sueño inicia con una despedida. Lagrimones por las mejillas, invierno en mi ranchería, visajes de una vida que empieza a ser otra.

En el cambio de vida es inevitable la comparación. El cielo y las nubes. Navegar el cielo europeo desde un avión es recordar la inmensidad del mundo. Pero también es conocer que cada cosa tiene su lugar en la tierra. Ningún objeto invade a otro. Todo está ya inventado.

Pero mi cielo ¡Ah! Mi cielo. Volar por el cielo en Colombia es descubrir que todo nace con el caminar. Las nubes son explosiones pausadas en el tiempo. Humaredas detenidas para que muchos ojos vean los detalles de sus imperfecciones, de sus circunferencias, de sus claroscuros.

Foto por: Laura Zapata Ocampo

Las nubes en mi país son la división del mundo terrenal y de un paraíso donde predican los ateos. Este sueño unifica a los protagonistas del mismo. En la inmensidad del Valle del Cauca desconozco dónde empieza el paisaje y dónde termino yo.

Pero este sueño tienes sus trampas. Esta quimera me susurra que el pasado nunca existió, que fue algo menos elaborado que una experiencia onírica, tan solo una ilusión ¿No reí, no lloré, no amé, no soñé? ¿No viví? Me persuade y no sé si este es un sueño del pasado o si solo son los pensamientos en duermevela sobre un bus en la Costiera Amalfitana.

Este trance también posee miedo. Porque como todo en la vida, muere o se transforma ¿Cuándo despertaré del sueño? ¿Cuándo los colores de mis montañas, el sonido de las romerías de personas, se convertirán de nuevo en monotonía abrumadora?

La historia de este sueño aún no tiene final, pero el desenlace es un secreto a voces. Y cuando el acto final se asome a mi puerta tendré que buscar otras nubes que dividan otros cielos e infiernos en los que pienso perdurar hasta que la llama se vuelva a extinguir. 

Daniel Muriel


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