Historia de un guayabo

Amanezco en un cartucho donde veo: cuatro paredes, un viejo y carcomido catre que nunca había visto, y lo peor, ¿cómo llegué aquí?

La cabeza intenta recordar, pero siempre llega a un punto ciego donde digo, yo estaba bien, ¿qué pasó de ahí en adelante? Nunca logro recordarlo.

Me acuerdo de aquella damisela que me acompañaba. Disfrutábamos del puto dinero que me había logrado ganar en las largas horas de faena. Y me pregunto, ¿dónde está? ¿Quién era? ¿Dónde cojones la conocí?

Interrogantes que siempre se quedan en eso.

Foto por: Daniel Muriel

Despierto. Vuelvo a la realidad y digo, mi dinero. Busco afanosamente en los bolsillos, en los calcetines, pero ha desaparecido. Entonces llega el maléfico dueño del hostal, toca la puerta, pues el tiempo ha concluido y es hora de marchar ¡Ah! Pero tengo que pagar.

Ahí el mundo se acaba. No tengo dinero. Busco en mis pocas cosas de valor y tengo: un viejo reloj, una imagen de la virgen María, mi documento de identidad. Todo menos mis zapatos.

Y empiezo a caminar para poder llegar al sitio donde soy alguien. Si alguna vez lo fui.

Han pasado tres días, y aún sigo intentando recordar lo que pasó.

Maco


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