Ataraxia

Tarde de monotonía: el noticiero dice que todo se va a la mierda, la llovizna de la siesta y el sol naranja de la pared. Los platos sucios, los vendedores vociferando, el tiempo estirado sobre la tarde, con modorra, con hastío de seguir viviendo.

La ropa extendida, los ladridos de un perro criollo, y un gato hurgando el techo. La felicidad se asoma en la compañía, pero también se esconde en ella.

Es lunes, hoy también se ausenta el fútbol. Soy desempleado, la preocupación no me marca y creo que el afán de cada día me tiene cansado, cansado ahora, en tarde de lunes, pero, ¿cuántos viernes viví como lunes o, casi peor, como domingo?

Un gallinazo planea en el cielo con la pausa del lunes ¿Qué podrá pensar? Todos los bípedos lo tildamos de feo y él (que sabe volar) no tiene tiempo para vivir de construcciones sociales que no le pertenecen.

¡Qué cosa horrible escribí! ¿Qué tienen que ver los gallinazos con los imaginarios sociales? Hablaba de los lunes en la tarde y su monotonía. La semana que no arranca más, el guayabo del fincho pasado, las vueltas pendientes, los viajes pospuestos y las esperanzas colgadas en noticias que nunca llegan.

Foto: Daniel Muriel

Las buenas noticias no se presentan un lunes, y menos si es a la tarde. Bueno, cuando América estaba en la ‘B’ jugaba los lunes y a veces ganaba, pero no dejaba de ser un día de mierda porque nos recordaba estar en segunda.

Si pudiera escoger, no moriría un lunes, eso sería una fea redundancia. Tampoco puedo negar que el estado de enamoramiento borra a los lunes del calendario y después del domingo inmediatamente viene el martes con su tren en marcha.

¿O sea que no estoy tan enamorado? En esa discusión no voy a entrar porque medir las querencias (y más un lunes en la tarde) significa ponerle una zancadilla a la felicidad.

Hace rato que los lunes a la tarde me vengo preguntando el significado de la palabra hogar. Pareciera que cada seis meses tomara una definición diversa. Es una metamorfosis que, cuando la inicio a entender, cambia de golpe.

Ya muere el lunes y llega el martes, podría respirar aliviado, pero para un hombre que en las madrugadas sufre de ataraxia, lunes, martes, viernes y domingo, no dicen gran cosa.

Daniel Muriel

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