Al otro lado de dónde

Foto tomada por Jacobo Jurado

Nunca te dije que no me gusta estar en el centro del camino. Si mal no recuerdo, era un lugar común, pues te molestan quienes, tranquilos, se fuman un cigarro de atención ahí parados, parsimoniosos con su humo, generando una ira tibia y persistente en el pecho de la espalda.

No necesitamos ese humo en la vista para vivir, ¿No? La aparición del guayabo es nuestra lección.

¿También tuya?

De repente queremos cambiar. Yo quiero ser libre de esas mañanas. Tú quieres dejar la esclavitud de las decisiones. Decidir es preciso, pero te desprende una celda mental que nunca esperas y siempre aparece y te preguntas cuál es el sentido de las noches. Te siento. Levedad en los atardeceres y pesadumbre cuando el sol vuelve de dar una vuelta.  

No sé si escuchas. A veces no sé cuál es la guerra, pero sé que no hay paz y aliados tampoco, ¿verdad? No estamos listos para este mundo donde todos hacen ruido y nadie escucha.

Tus palabras parecen sinceras, pero rondas más a los que odias que a los que amas o ya no sé quién es quién. Todo parece una puesta en escena. Lo intento, pero no les logro sonreír. Ya no sé a qué lugar perteneces, ¿dónde se esconde tu vida deshaciendo pasos? Y los pasos, ¿se hacen, se deshacen o simplemente te ponen al otro lado?, ¿al otro lado de dónde?

Pienso con recurrencia en tus palabras, tus molestias y tus odios. Y después de caminar en memorias curvas recuerdo cuando te ofrecían un cigarro podrido de atención y lo aceptabas con meloso regocijo de hipocresía en primera persona y no sé si la confusión era mía o tuya.  

Entonces se me ocurre por un momento que hay una alteración en los sentidos, que estas son 300 palabras de carta sin receptor y estoy inventando la presencia de un no se quién. No existes. No existías.

Jacobo Jurado

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