Año tras año, la vida misma muestra que se puede vivir sin ninguna novedad, el pensar de lo vivido es una constante anécdota. Darse cuenta que has hablado sobre experiencias donde todo lo dicho es normal, pero las imágenes de tus recuerdos son como una película mal editada y con un narrador que te repite una y otra vez que es una comedia romántica con un final feliz.
Hasta que aprendes, y vives nuevas experiencias que te hacen adquirir un ojo más crítico, entonces ocurre, chocas con la realidad y te das cuenta que tu memoria te la ha jugado mal. El narrador solo te repetía mentiras que tú misma querías creer, pero finalmente logras evidenciar los fragmentos mal recortados y pegados uno encima del otro. Allí ves los recuerdos en su línea de tiempo real y con total claridad.
Y sigues con lo peor, lidiar con eso que te habías convencido que era la realidad, ahora pasas a ser una víctima. Víctima, qué horrible palabra, ¿no? Víctima de la situación de las copas que te pasaste, de no hacerle caso a tu mamá que te repitió que no tomaras. De la soledad y la oscuridad del lugar donde te encontrabas, de las personas que te rodeaban y no hicieron nada viendo tu estado desinhibido, del taxista que dejó que te tocaran, de tus pensamientos y actos que hicieron que la otra persona te malinterpretara y pensara que estaba bien llevarte a su casa.
Pero no.
Pese a toda esa culpa con la cual cargabas, cuando sentías que eras víctima de tus propios actos, la realidad es que nunca fuiste la culpable, de eso te convenciste toda la vida para editar tus recuerdos de la mejor manera sin dolor.
Allí te das cuenta del porqué siempre contaste “tu primera vez” como algo mágico, y la verdad es que era irresistible esa idea de ensueño de que hubiese pasado así.
A pesar de que inconscientemente querías volver a tu película mal recortada, sabes de que el culpable de que ese momento se manchara es él. Él tomó todo a su favor, aprovechó circunstancias que no deberían haber sido peligrosas en singular, pero las corrompió, y a ti te cambió.
Transpórtate de nuevo a ese momento a esa época ya no tan borrosa de tu vida, ¿cómo te comportaste después de lo ocurrido? Seguías hablando con él para realizar un segundo acto, pero ¿por qué lo hacías? Porque estabas tratando de convencerte que el primer acto fue consentido, pero al universo es a quien debes agradecerle que por situaciones de la vida no se presentó segundo ni ningún otro acto violento, no tal vez con la misma persona…
¿Me sentiste?
Alejandra Mejía
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