Brindo contigo a lo lejos, sin saber si la cordialidad de desearnos salud funcione sin chocar nuestras copas. Nos fuimos, pero ahora que estamos cerca me pregunto si nos ahoga la misma lluvia de las tardes o si al menos nos tapa la magnitud de la misma nube.
Ahora estamos un poco más cerca, como antes, bueno, quizá no tanto. Pasaron muchas noches, suficientes para ahora no saber si los dulces de coco siguen siendo tus favoritos. Ya olvidé si era coco o chocolate blanco.
Traje canciones con las que te pienso y no me preguntes por qué, porque no hay indicios, pero sé que también me quieres mostrar las que tú trajiste de un no sé dónde lejano en el que te sentí perder, pero en el que ya te había perdido.
Nunca estuvimos juntos frente al fuego. Ese sería un buen lugar para escucharte.
Por una coincidencia que cualesquier ojos desearían no tener, pasé por tu casa. No sé si me escondí o si te escondiste. Me produce una extraña lástima ese lugar en el que no nos supimos ver a los ojos, ni antes, ni ahora.
Odias las serenatas. Ese recuerdo es una certeza. Menos mal te encargaste de hacérmelo saber muchas veces. No imaginas qué hubiera pasado si en una borrachera me cruzaba a un triste trío de cuerdas.
Tu imagen es una estrella. Eso lo explicaría la física o alguna rama de las ciencias que nunca voy a entender. Significa que tu amor pudo haber muerto, pero que por este cielo sigue alumbrando.
Jacobo Jurado
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