Víspera del Renacimiento

Foto anónima

De los días calurosos se vino el frío.  Y de un día a otro cambió todo de un empujón. De una cosa estábamos seguros, ninguno de los dos esperaba pegar vuelo tan rápido. De esos momentos esperaba que algo magnífico ocurra, sé de vuelta una página y empecemos un juego difícil de jugar. Pero al mismo tiempo intenso y de esos que te dejan sin aliento.

Ese día pasaba tal cual, no esperaba mucho. Mis expectativas eran las clásicas de la rutina, faltaba para el torneo y siempre emociona dar un salto de lo predecible, de lo palpitable, de lo que ya está escrito.  Sabía que el año era distinto, tenía “vacaciones” de cuatro años de intenso estudio de la facultad (que por cierto estaba muy satisfecho con mi desempeño y eso me tenía contento), y sentía que podía darme tiempo para conocerme mejor, una revancha de todas las cosas que quedan pendientes por hacer. Por eso ese día tomé la oportunidad y volantié  para hacer algo distinto, quería conocer, charlar y contar un par de desdichas (por así decirlo) que cargaba en la cabeza. 

 A pesar de que faltaba poco para partir, pensaba que todavía me quedaban balas en la cartuchera. Con la guitarra en el auto me sentía un poco menos desnudo, seguro de mí mismo. Me invitó a su casa a tomar unos vasos de fernet para compartir un rato. El frío todavía no había llegado, la noche estaba primaveral, para sentarse a charlar. 

Me parecía diferente, de esas mujeres que tienen todo para llevarte a hacer cualquier cosa con su encanto (de las que te vuelan la cabeza). De todos modos siempre me había gustado y tenía el anhelo de conocerla. Qué pensaba, qué soñaba, a qué dedicaba el tiempo libre. Me parece importante saber qué son las cosas que emocionan, que te hacen olvidar todo por un rato, o mejor aún, de las que te hacen acordar de todo. Y claro, te saca una sonrisa. 

No me imaginaba que compartir tanto al dar vuelta las cartas y ver que tenía cada uno “escondido” de donde le tocaba mirar. Inoportuno. Unimos partes como coreografiando gustos de música, forma de pensar, deportes y otras cosas que nos apasionaban. Al principio daba un poco de miedo (y gracia), era chocante, o todo lo contrario. El hecho era que no sabíamos. También sabíamos que había una sola forma de saberlo, intentando. (Aparentemente pensábamos que valía la pena ver para dénde dirigía todo esto).

No hace falta hablar de mí (no creo que a alguien le toque leer esto, pero es sano hacer una introspección). Eventualmente la noche se hacía larga y comencé a tocar y canciones que no pensaba que nadie conociese, de las que más me gustan y me hacen feliz cantarlas, que quizás yo pensaba que solo me emocionaba a mí escucharlas. Sorprendido con la mirada cómplice de  “apa”, “mirala vos”. Me animé a más y a ver, que podía llegar a pasar si.. y me sentí con confianza de seguir dándole para adelante. Solo tenemos una oportunidad para dar una primera buena impresión. Y ese día sentí que todo lo que hacía era un gol, en el sentido que me sentí muy cómodo, muy natural. Pistolero de ocasión (jaja).

Despertamos los dos de eso normal a lo que veníamos acostumbrados, supongo. ¿Cuál era el paso siguiente, pensé? (me imagino que sería un: cuál sería el paso siguiente. ”pensamos”). Probar para ver.  De todos modos sabíamos que estábamos (y que estamos) pagando un precio caro (sentimientos ajenos y propios de alguien a quien guardamos cariño). 

Me dejaste pensando hoy, que habías copiado una frase de algún lado (de una película de amor de las que te gustan, si mal no recuerdo) a lo que respondí que yo tampoco cantaba canciones mías, pero que igual funcionaba. Solo había que saber cuándo apretar el gatillo y dispararlas. De todos modos decidí hacer algo propio (ojala algún dia me salga con la música, supongo que solo se trata de intentar). Así que decidí escribir algo. (Práctica que me gustaría tener más aceitada). Hoy toca escribir algo feliz.

Como decía, seguimos hablando, pero por chat, y conociéndonos de a poco, parecía que todo conducía a que íbamos a tener que volver a cruzar miradas frente a frente para estar seguros de ver que tan real era todo. De repente me encontré haciendo cosas para poder impresionarla, como aprenderme canciones y hacer listas de música para que ella tuviese para escuchar en su próximo viaje. Si bien tenía más tiempo que antes, en el sentido que estaba relajado de no tener que cumplir fechas de rendidas y pruebas, mucho de mi tiempo libre me lo pasé cantando canciones que compartíamos y sobre todo prestando mucha atención a qué contestar cuando hablábamos.

Somos conscientes de que venimos en contramano. Fácil chocar así. Pero me hacía sentir que venía excelente, diez, que todo funcionaba y que era exactamente lo que ella venía buscando. Quizás yo generé una necesidad que antes no existía, en el sentido que la vida iba a seguir de todos modos si no pasaba nada. Pero sí pasaba. Supongo que lo bueno de esto es poder arriesgarse y tener cosas que pueden romperse, fallar y darnos donde duele. Pero así también hacer sentir que los demás días son aburridos, ordinarios y que no pasa que nos haga sacarnos de alegría. Se siente como que las cosas recobran sentido y nacen nuevos recuerdos al respecto. Un intercambio equivalente pienso. Muy bueno contra muy malo. 

Del próximo reencuentro, cuando ella volvió de viaje, me puse un poco nervioso. El vínculo era más fuerte y las coincidencias varias. El próximo movimiento era de suponerse determinante. Lo importante era que sabía que podía (me sentía capaz). Volví a creer que se tiene lo que se merece para poder robar un poco más que su mirada y su atención. Y luego del primer beso fueron dos y luego, en fin. Superamos nuevamente nuestras expectativas para darnos cuenta de que las cosas parecían unirse como dos objetos que se pertenecen uno al otro. “Dos cargas opuestas buscando lo mismo”.

 Las responsabilidades nos devolvieron a nuestras casas esa noche para darnos cuenta que teníamos que volver a vernos. Con menos barreras de por medio, nos sentíamos más naturales, más en confianza de poder demostrar el afecto. Esa vez fue de esos instantes que se paró el ritmo de mi suspiro. Más practicado que la primera vez, cantaba canciones que sabía exactamente dónde iban a parar. A ese lugar que tenemos donde se guardan las memorias de las buenas experiencias, de los buenos recuerdos. El momento de intimidad era intenso a pesar de que teníamos la ropa en el lugar donde la habíamos traído. 

De golpe me vi obligado a callarme, pero a seguir el ritmo de la canción con la guitarra. Mi voz había perdido sentido, dándole lugar a la suya. Y sí, estaba en jaque (da miedo decir que jaque mate, no sé si lo puedo ver en frío todavía, porque estaba muy cerca para darme cuenta de que estaba pasando). Uno se da cuenta mucho tiempo después de que las cosas pasaron supongo. Los momentos así ciegan de golpe y parece ser que no tenemos idea dónde estamos parados.

De los días calurosos se vino el frío. A pesar de que el invierno se iba, dejaba de esos días que te arropan en los atardeceres. El lugar era tan acogedor como imaginamos una casa de madera. El frío nos mantenía cerca y haciendo cosas a las que no estábamos acostumbrados a hacer (o por lo menos yo).  Supongo que ninguno de los dos se lo imaginaba, ponerse así, como si muchas de las cosas estuviesen dichas a pesar del silencio. Parecían escenas sacadas de alguna historia de amor, como de esas películas que ella miraría emocionada. De todos modos, de ser así, estaríamos en esa parte en la que todo está bien. 

Esta semana venía con muchas cosas en la cabeza, tanto que me tenían pensando en nada y todo a la vez, me costaba unir las ideas y poder terminar lo que empezaba. Creo que es el deseo de que algunas cosas no terminen. Por cobarde y miedo a que la soledad un día se plante, nunca enterramos lo que nos sobra. Me recuerda a la frase que dice que todos estamos en el cuarto cajón de la cocina de alguien, probablemente nunca nos necesiten pero por las dudas no nos tiran. Debería haberle dado fin a algunas historias que venía cargando en los hombros hace ya algunos años, pero bueno, todavía se me presentaban encrucijadas con otras mujeres de las que alguna vez quise. Eventualmente había podido gambetear los últimos episodios (o casi todos) y funcionaba.

Pero esa semana parecía una bomba de tiempo (que en realidad lo era). Aun así intentábamos no perderlo. Ya casi parecía una rutina vernos donde podíamos. Los hechos son parte de los detalles pero que, cada vez nos tenía más encontrados, en algún lugar donde soñábamos. Viajes, planes y el futuro de nuestras vidas, supongo. No siempre uno se anima a llegar tan lejos, o por lo menos, no decirlos en voz alta, como si estuviese convencido. Debe ser que a veces asusta tener el mundo por delante. La verdad es que somos jóvenes y lo tenemos.

La película solo tenía escenas de momentos de sol, de calor, de alegría. Creo que era mi mejor versión y era gracias a ella. Difícil no tener miedo de echar todo a perder (cuando uno lo tiene todo). Tenía en cuenta que en algún momento me iba a chocar con la realidad, con mi otro yo, la vuelta a dar mi 100% a mis estudios, mi carrera y mis sueños como profesional. Todavía no era algo que supiese manejar, lograr un buen equilibrio. Me jugaba con los extremos y cumplía mis objetivos, pero descuidando el sobrante. Admitirlo es el primer paso para poder mejorar, I guess. Sin dudas estaba seguro de que quería que ella siguiese a mi lado, a pesar de que no podría ser tan mágico como las cosas que venían pasando. Faltaba un año para enfrentar todos esos fantasmas, pero era tan real e intenso todo, que me hacía preocuparme antes de tiempo. Siento que no sé nada y que tengo todo para aprender todavía. 

Ese día en la plaza caí que tenía que abandonar todo lo que me ataba a seguir adelante, a continuar, porque entendía que las oportunidades son fugaces para los que no se animan. Y de hecho (jaja) ella lo venía haciendo mejor que yo, sentía que no podía quedarme atrás, y empaté las cosas. En el sentido de lanzarme y arriesgarme un poco más con ella. Las cosas cotidianas nos seguían sorprendiendo, cuando pensábamos que nada más podía pasar, cada día nos gustábamos un poquitito más. 

Los últimos días desataron una seguidilla de cosas increíblemente intensas de vivir. Ya sin trabas, parecía como si todos los días fuesen el último o como una rutina que elegiríamos tener para siempre. Por bien o por mal, nos entregamos el uno al otro, de manera que no había vuelta atrás. Muchas canciones ya le pertenecían, eran suyas y viceversa. Las más fuertes eran las que compartíamos, las que cantábamos juntos, eran perfectas. Las grabaciones de esa tarde con sol hacía a los recuerdos difícil de olvidar, que se repetían al reproducirse. En ese entonces era todo lo que queríamos escuchar. Intenté tener una foto de cada día que podía estar ahí. Así como también me hubiesen gustando tener más canciones, pero como decía, el tiempo nos pisaba los talones.

Pensé en pararme para escribir un poco de su sonrisa, sus ojos, su cuerpo, sus lunares. Creo que nunca había hecho una declaración de amor o de admiración del estilo (escritas), pero ella no me creía que era la chica más linda que había tenido al frente (sobre todo porque ella conocía la lista, jaja). Después pensé en guardarme las descripciones para mis ojos y para sus oídos, por supuesto. Caería en la tentación una y mil veces de tenerla en frente, hasta se había vuelto una debilidad (lo sigue siendo). El contacto, las miradas y los besos nos encendían de golpe, desatando de todo lo que quería que pasara. Lo sentía recíproco. No nos guardábamos nada en nuestros pantalones, en nuestros bolsillos, ni al decir lo que pensábamos. Algunas cosas parecían perfectas.

Las cosas solo parecían mejor. Los últimos días, sin dudas, fueron los mejores, a pesar que ya sabíamos que todo iba a caer en un abismo de distancia y lejanía. O tal vez por eso mismo estábamos tan empeñados en dedicarnos nuestros momentos de intimidad y cariño. La sorpresa de ese día le dibujó la sonrisa que me hizo volver a verla dos veces más en ese mismo día. Sentía que ya tenía que dejarlo todo para poder darle lo mejor mí.  Y así fue.

Ya todo era tal cual como lo teníamos imaginado (o por lo menos yo). Sí, de un momento soñado. La convivencia seguía pareciendo de los días felices de películas. No había nada más presente que el estado más puro del enamoramiento. Llegamos a lo máximo mientras duró, así me sentía yo y ella también.

Los viajes claramente te hacen volver a ver todo de donde no lo tenemos imaginado ver, por más planeado que tengamos todo. Cambiamos tanto que uno se siente nuevo y renacido. Ya me había tocado sentirme así otras veces. Esta vez era muy distinta por lo cierto. Ya me tocaba partir y dejar todo por un rato. No me imaginaba chocarme de esa manera con la realidad, ni que encontrarme con situaciones como conocerla a ella a tan pocos días de irme. Mi corazón estaba anclado allá mientras a mi cuerpo le tocaba volar por muchos otros lados. Obvio, me sentía disperso y no encontraba coincidencia entre los dos mundos todavía. Tampoco tenía opciones de cambiar el rumbo, solo esperaba volver a reclamarla y que seamos todo lo que queríamos juntos.

¿Quién decía que la vida era muy mortal y que la gente no podía enamorarse en tan poco tiempo, ni tener una historia increíble para contar? Claro que hay mucho que no está escrito, lo que siento que salía cuando sus ojos se juntaban con los míos. Y pensaba que hacerlo así era lo mejor.

De los días calurosos se vino el frío.

10-2016

Anónimo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *