Anoche sentí que de las entrañas un color de maracuyá empezaba a difuminar mi vientre, y entre pensamiento, palabra y sentir, prometí amarla en mi país. No es tan así. Le propuse un viaje por mi tierra. La imagen de sus ojos, películas que cuentan sus amores e indecisiones contra mí. Esas historias por las que su vida ve el mundo, ayer me dieron la razón con arrojo, y coincidieron incluso con sus palabras. Su lengua estimulada decoloraba sus pensamientos y el tono de su voz se tiñó de curiosidad y de ganas.
¿A qué viene mi seguridad de quererla mía en Colombia? Y la duda y la respuesta me atacaron al unísono. La duda de cómo putas saberlo, la respuesta de vivencia indeleble. Estoy seguro que sobre ella escribiré toda la vida, la soñaré noches enteras, y en el amanecer de esos sueños con su imagen de mujer vívida, sabré que no fueron sueños sino pesadillas porque será imposible correr a besarle el cuello hecho de gardenias o sus pies con aroma a pan fresco. Pensaré siempre, ¿qué más pudimos hacer para volvernos más eternos de lo que se convirtieron nuestros recuerdos? ¿Seremos eternos porque algo fuera de nuestras intenciones y deseos nos separó?
Seremos la idealización de amor eterno, con esos precedentes tan nuestros de mañanas con alientos afrodisiacos, tazas de leche, biscochos, aire frío, escenas románticas y divertidas sobre la cama. La tarde ambientada por música italiana o colombiana, pasta con picante, pasta con espinaca, pasta con ella, ella conmigo y nosotros con el acto mentiroso de procrearnos, las siestas, el estudio, la lectura, su voz, su canto y mi sonrisa visiva. Con el historial nocturno de ella acurrucada en mis brazos, yo apapachando a su cuerpo, nuestras miradas ignorando al mundo celoso que nos espiaba por las rendijas de la persiana queriendo ser menos mundo y más nosotros, más nuestro acto de amor, y así ella en duermevela pidiendo besos, caricias, coccole, y yo cuidadoso de cumplir sus designios de niña y mujer, de esencia preciosa.
Y así sé que su recuerdo será eterno, y ponerlo en duda por un par de meses es una ofensa contra esta mística de sentimientos, los suyos y los míos. Entonces, seguro estoy, más que nunca, de amarla así sea por eternidades cortas en Colombia.
Daniel Muriel