Luna de Verano

Foto tomada por Jacobo Jurado

La nauseabunda modorra mañanera no me deja hacer, pero me obliga a pensar en las cosas buenas, malas, infortunadas y mundanas que tiene la vida. Me hago el que hago y no hago mucho. Me hago el que pienso y solo caigo en lo mismo. Vivir para recordar y recordar para vivir. Saludo a las montañas y siento que me responden con su voz ronca que viaja por el viento agresivo del sur de Italia con aromas a albahaca. 

Deseo un café tan negro que me deje enfermo. Tomo agua, blanca, mala. Despierto poco a poco con los ruidos matutinos que entran por la ventana y de nuevo pienso. La vida me gusta con sus agasajos extraños y contradictorios, el baile no es mi placer, pero caigo en sus ritmos como miel libre.

Las horas vienen y van cargando con los minutos y se encuentran desubicadas con la tarde. El tiempo y el horizonte se topan, se besan y mienten; estallan y dejan huellas azules y anaranjadas, buscan la noche y el sol se les burla. Yo los observo con la boca anonadada desde un balcón prestado, se me podría meter una mosca en la boca y estaría bien pasarla con jugo de lulo. 

Oscuridad. Murió la estrella que se reía y se fue feliz, reencarnó en cielos que no he pisado. 

¿Está dando suficiente luz la luna? Tal vez la estés mirando y eso sería un sí. 

Y llegando de la nada, como el amigo casposo que amas porque es la mala influencia que cada tanto requiere el alma, el verano infame y las estrellas calientes me ponen en la soledad de las calles que conviven con la medianoche y te veo caminar, como en una fotografía, junto al aire que te despeina.

La mirada fría de tus corneas me tiene más libre que preso y eso hace que me concentre fijamente en los arreboles que el sol dejó en tu piel. Así me encuentras, atento, a mí que mantengo ausente y sin interés en lo que tengo al frente. Los besos cubiertos por una luna grande le quitan a ella la belleza de estar llena y amarilla, no sé tú en qué piensas, pero yo la ignoro, porque en una esquina de la larga calle del pueblo más triste del mundo estás tú, con tu sonrisa tímida, pero viva. 

Jacobo Jurado

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